
Carcassonne, además de dar nombre a la mítica ciudad amurallada medieval francesa y parte de la ruta de los cátaros, es un entretenido juego de mesa ideado por el alemán Klaus-Jürgen Wrede, en el que los participantes deben dominar la mayor parte posible del terreno a base de edificaciones y expansiones.
En este post, os explicamos la idea, cómo jugar y su dinámica y desarrollo, así como las expansiones y diferentes versiones por las que puedes optar en el momento de su compra, ya que es un regalo ideal que podrá engatusar tanto a jóvenes como a mayores.
Valores de Carcassonne
La edad mínima requerida para ponerse delante del tablero de este juego de mesa es de diez años y las partidas distan de durar más de una hora, por lo que conseguirás unos especiales dinamismo y ritmo, que no decaen durante toda la partida.
Carcasonne no es un juego de violencia ni aniquilación, como otros a los que estamos habituados, ni se alarga en el tiempo con interminables partidas. Carcassonne es dinámico y requiere de astucia y suerte. Una novedad de este juego de mesa, que lo diferencia de tantos otros, es que, en cada partida, se crea un tablero diferente. Por lo tanto, cada partida es original.
Cómo jugamos: fichas y puntos
Carcasonne está ambientado en la ciudad amurallada de Carcasona y consiste en ir adquiriendo posesiones a partir de la construcción o adquisición de terrenos. Los jugadores van sacando las fichas del terreno desde el principio del juego. Fichas que pueden ser monasterios, ciudades, caminos, campos, etc. Estas deben colocarse de manera lógica. Sobre estas fichas, se pondrán las fichas de los personajes y su colocación repercutirá directamente en su rol, ya que eso hará que se conviertan en ladrones, monjes, granjeros o caballeros. Los personajes no se moverán del tablero de juego hasta que terminen su construcción y los puntos se repartan.
Los puntos se reparten de dos maneras: durante el juego y al final del juego. Durante el juego, se repartirán puntos por construcción acabada. Cuando se acaba una construcción, se cuentan los personajes presentes en ella y se dan los puntos (si hay empate, se darán los mismos puntos a cada jugador), con esta distribución: por cada camino que se complete, un punto; por cada ciudad con escudo completada, dos puntos; y nueve puntos, por monasterio completado. Al repartir los puntos, los jugadores devuelven las fichas de los personajes al “fondo” del juego.
Al final de la partida, se vuelven a repartir puntos por construcciones no acabadas. El número de puntos que se llevará cada jugador dependerá del número de personajes presentes en cada construcción: un punto, por cada ficha de camino; por ficha de la ciudad y escudo, otro punto; otro punto, por cada monasterio y por cuantas fichas rodean dicho monasterio; y cada ciudad que logre llegar al final de la partida y esté abastecida por una granja recibirá tres puntos.
La dinámica de Carcassonne es dominar no solo la mayor parte del terreno de juego, sino también las posesiones más valiosas. Por ello, a lo largo del tiempo, se han ido añadiendo lo que en el argot del juego denominamos “expansiones”:
El Río (2001)
Catedrales y posadas (2002):
Si consigues una catedral, esta multiplica -ni más ni menos- que por tres el valor de una ciudad (las posadas, por dos), pero ¡cuidado!: si las construcciones están inacabadas, al final del juego, no multiplican, sino que reducen su valor a cero.
Die Katharer (Los Cátaros, 2004):
Cada ciudad con cátaro divide entre dos el valor de las ciudades por ficha y escudo. Aquel jugador que tenga cátaros en su ciudad puede devolver esta ficha, antes de terminar la edificación de la urbe, solo si esta limita con algún monasterio.
La Princesa y el Dragón (2005):
El Dragón es fatídico, ya que tiene la capacidad de moverse a lo largo y ancho de todo el tablero, para atacar a los personajes y matarlos. También existe la ficha del volcán, puerta mágica y princesa.
La Catapulta (2008):
Este componente de expansión es, sin lugar a dudas, el más interesante de los que se han añadido hasta la fecha, puesto que puede cambiar los derroteros del juego y, además, requiere de destreza para usarla. La catapulta entra en juego cuando robas una pieza del territorio de una feria. Entonces, los jugadores deben calcular la táctica a seguir en la elección de la pieza y fuerza del mecanismo de la catapulta y del viento, antes de practicar el lanzamiento.
La miniexpansión de Carcassonne
Existen muchas otras expansiones de Carcassonne. La más notoria de ellas quizás sea “Carcassonne-Mini Expansiones”, de 2012, que permite personalizar el juego a gusto del consumidor, con elementos tan dispares como las máquinas voladoras (emulan los artilugios de Leonardo da Vinci, para proveerse de alas y hacer volar al ser humano), los despachos (cedidos y enviados por el Rey como recompensa y privilegio a aquellos jugadores que más hagan por aumentar el territorio de su Reino), los transbordadores (que sirven para cruzar ríos y lagos que rodean Carcassonne, muy buscados por los ladrones), las minas de oro (sí, como en el Viejo Oeste, ¡se encuentra oro en las minas de esas tierras medievales!), el Mago y la Bruja (el primero, muy buscado para abrir caminos; la segunda, mirada con recelo por los residentes…) y los círculos en los cultivos (extraños dibujos que, de un modo u otro, ejercen un poder sobre los lugareños).
Versiones del clásico
Carcassonne es el juego medieval, por excelencia. Tanto es así que han ido apareciendo versiones, como “Cazadores y Recolectores” (el Carcassonne prehistórico), “Carcassonne Plus” o “Carcassonnne Junior”, dedicada a los más jóvenes de la casa y que basa su estrategia en el 14 de julio, Día Nacional de Francia, en el que es tradición que se dejen sueltas a las vacas, gallinas y ovejas y los más pequeños se tienen que dedicar a ir tras ellas.
Pero este juego de mesa medieval vuelve con todo su esplendor, en 2015, con “Carcassonne Nueva Edición”, una reedición del juego de mesa que aboga por recuperar lo tradicional de sí mismo, debido a que Carcassonne ya no es solo un juego de mesa, sino un clásico y hay que cuidar y mimar a los clásicos.